Vertido de residuos fecales

PFAS: Las “sustancias eternas” que contaminan agua y alimentos

Las PFAS (sustancias per- y polifluoroalquiladas) son una familia amplia de compuestos químicos sintéticos famosos por su gran resistencia al calor, al agua y a las manchas. Por estas propiedades se han usado durante décadas en innumerables aplicaciones industriales y de consumo. Pero esa misma resistencia química las convierte en “contaminantes eternos”: no se degradan con facilidad, se acumulan en el ambiente y en organismos vivos, y la evidencia científica las asocia a problemas de salud. En esta guía completa, repasaremos qué son exactamente las PFAS, dónde las podemos encontrar en la vida cotidiana, qué efectos tienen sobre la salud, cómo se regulan y qué medidas prácticas puedes aplicar para reducir tu exposición.

¿Qué son las PFAS?

Las PFAS son una familia de miles de compuestos que comparten uno o más átomos de flúor unidos a cadenas de carbono; ese “recubrimiento” de flúor les confiere una fuerte estabilidad química, baja reactividad y propiedades hidrofóbicas y oleofóbicas (repelen agua y grasa). Entre los PFAS más conocidos están el PFOA y el PFOS, y compuestos más nuevos como el GenX (HFPO-DA). Por su química singular, muchas PFAS son extremadamente persistentes en suelos, sedimentos y aguas, y pueden viajar largas distancias en el ambiente.

Tipos de PFAS más comunes

Aunque el término PFAS engloba a miles de compuestos diferentes, algunos de ellos destacan por su uso extendido y por los efectos que han demostrado tener en la salud y el medio ambiente. Entre los más conocidos se encuentra el ácido perfluorooctanoico (PFOA), este ha sido uno de los PFAS más estudiados debido a su uso en la producción de teflón y recubrimientos antiadherentes. Su exposición se ha relacionado con problemas de tiroides, cáncer de riñón, cáncer de testículo y alteraciones en el sistema inmunológico. Aunque su producción está prohibida en muchos países, aún persiste en el medio ambiente y en el organismo humano debido a su alta estabilidad química.

Otro compuesto ampliamente estudiado es el sulfonato de perfluorooctano (PFOS), utilizado en espumas contra incendios, textiles resistentes al agua y manchas, y algunos productos de limpieza industrial. Es extremadamente persistente y bioacumulativo, lo que significa que puede encontrarse en la sangre humana y en animales de todo el mundo. Se ha asociado con efectos adversos en el hígado, alteraciones hormonales y problemas en el desarrollo infantil.

A ellos se suman otras sustancias como el PFNA (ácido perfluorononanoico), que se utilizó como agente tensioactivo en la fabricación de plásticos y recubrimientos. Ha sido detectado en ecosistemas acuáticos y en muestras de sangre humana, lo que refleja su gran capacidad de dispersión ambiental. Entre los riesgos documentados destacan la alteración de los niveles de colesterol, daños hepáticos y posibles efectos en la reproducción y el desarrollo.

Por ultimo se encuentra el PFHxS (sulfonato de perfluorohexano), este ha estado presente en espumas antiincendios y en algunos tratamientos textiles. A pesar de ser menos conocido que el PFOA o el PFOS, también es muy persistente y puede permanecer en el organismo humano durante años. Se ha vinculado a problemas inmunológicos, alteraciones endocrinas y mayor riesgo de enfermedades metabólicas.

¿Dónde se encuentran las PFAS? (lugares y productos cotidianos)

Las PFAS se usaron y se usan por su utilidad: repelen agua y aceite, resisten las temperaturas altas y duran mucho tiempo. Por eso aparecen en un abanico enorme de aplicaciones:

  • Espumas contra incendios (AFFF), utilizadas por servicios de emergencia y aeropuertos. Una fuente importante de contaminación son zonas de entrenamiento y bases aéreas.
  • Recubrimientos de papel y cartón para alimentos, como cajas de pizza, envoltorios para fritos y envases grasos.
  • Textiles y ropa técnica, como por ejemplo prendas impermeables, alfombras resistentes a manchas, tapicerías y cortinas con tratamientos repelentes.
  • Utensilios de cocina y sartenes antiadherentes (algunos derivados y procesos pueden contener PFAS o precursores).

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  • Cosméticos y productos de cuidado personal, en algunos maquillajes, cremas y desodorantes se usan compuestos con fluoroquímicos para mejorar la textura o resistencia al agua.
  • Plásticos, recubrimientos industriales, soldaduras y procesos de fabricación donde se explota la resistencia química.
  • Fuentes ambientales: emisiones industriales, lodos de depuradora reutilizados en agricultura y liberación de residuos.

Una característica clave: en muchos productos las PFAS no se indican de forma obvia en la etiqueta, porque aparecen como ingredientes técnicos o como subproductos, lo que complica su identificación por parte del consumidor.

¿Por qué las PFAS son un problema ambiental y de salud?

Las PFAS se conocen popularmente como “forever chemicals” (químicos para siempre) por su persistencia: no se degradan fácilmente en el ambiente, pueden acumularse en cadenas tróficas y permanecer en suelos, sedimentos y agua potable durante décadas. Además, muchas PFAS bioacumulan en organismos y pueden ser detectadas en sangre humana en todo el mundo. Esa persistencia y la evidencia de efectos en la salud explican la creciente preocupación y la acción regulatoria.

¿Qué efectos en la salud causan las PFAS?

La investigación epidemiológica y toxicológica ha ligado la exposición a ciertos PFAS con múltiples efectos adversos. Aunque el peso de la evidencia varía por compuesto y por la calidad de los estudios, los hallazgos consistentes apuntan a impactos sobre:

  • Sistema inmunitario: reducción en la respuesta a vacunas y alteración de funciones inmunes.
  • Sistema endocrino: efectos sobre la función tiroidea y regulación hormonal.
  • Reproducción y desarrollo: menor peso al nacer, problemas de desarrollo infantil y efectos sobre la fertilidad.
  • Metabolismo: alteraciones en lípidos sanguíneos y posible asociación con resistencia a la insulina.
  • Hígado y riñones: cambios en marcadores hepáticos y riesgo renal.
  • Cáncer: algunos estudios han sugerido asociaciones con ciertos cánceres (riñón y testículos principalmente) en exposiciones altas o laborales.

Es importante subrayar que los efectos dependen del tipo de PFAS, la duración y el nivel de exposición. Para muchos de los miles de estos alteradores hormonales existentes, la evidencia todavía es limitada, por lo que la investigación continúa.

¿Qué síntomas pueden indicar la exposición prolongada a los PFAS?

Los síntomas que pueden indicar una exposición prolongada a PFAS son variados y, en muchos casos, difíciles de asociar de inmediato con estas sustancias. Uno de los efectos más frecuentes son las alteraciones hormonales, como los problemas de tiroides, que pueden manifestarse con fatiga persistente, cambios inexplicables de peso y variaciones en la temperatura corporal. También se ha observado un aumento del colesterol, que aunque no presenta síntomas directos, incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares.

El hígado es otro órgano especialmente vulnerable, y su afectación puede reflejarse en dolor abdominal, ictericia o alteraciones detectadas en análisis de sangre. Además, los PFAS pueden debilitar el sistema inmunológico, favoreciendo infecciones recurrentes o reduciendo la respuesta del cuerpo frente a las vacunas. En el ámbito reproductivo, se relacionan con problemas de fertilidad y complicaciones durante el embarazo, mientras que en los bebés la exposición prenatal puede provocar bajo peso al nacer y retrasos en el crecimiento.

Otro aspecto preocupante es la asociación entre las PFAS y el aumento del riesgo de ciertos tipos de cáncer, como el de riñón y testículo, que suelen carecer de síntomas tempranos y requieren una vigilancia médica más estrecha. En mujeres embarazadas, también se ha documentado la hipertensión inducida, con señales como presión arterial elevada y edema.

En definitiva, los síntomas vinculados a la exposición prolongada a estas sustancias son inespecíficos y se pueden confundir con otras enfermedades. Por ello, ante la sospecha de contacto crónico con PFAS, es fundamental acudir a una evaluación médica especializada y realizar pruebas que determinen los niveles de estas sustancias en el organismo.

Rutas principales exposición a los PFAS

  1. Agua de bebida: en zonas con contaminación industrial o por uso de espumas de extinción AFFF, el agua potable puede contener PFAS y ser una vía principal de exposición. Esto ha impulsado límites y guías de calidad del agua en varios países. 
  2. Alimentos: tanto por migración desde envases y sartenes antiadherentes como por cultivo en suelos contaminados o por alimentos expuestos a humo/combustión.
  3. Aire y polvo doméstico: emisiones industriales y productos tratados con PFAS liberan partículas que acaban en polvo doméstico.
  4. Contacto directo con productos tratados: ropa, utensilios y cosméticos con PFAS pueden transferir pequeñas cantidades a la piel.

Recomendaciones para reducir la exposición a PFAS

Aunque las políticas públicas y la remediación son esenciales, como consumidor hay medidas prácticas para reducir la exposición personal y familiar:

  1. Prioriza el agua filtrada y conoce tu red: en zonas con riesgo o alertas locales, usa filtros domésticos certificados para PFAS (ósmosis inversa, carbón activado de alta calidad o intercambio iónico) y fíjate en la información de la autoridad local del agua.
  2. Reduce el consumo de alimentos ultraprocesados y en envases grasos (comida rápida, recipientes para fritos) que pueden migrar PFAS a los alimentos. Prefiere alimentos frescos y envases de vidrio o acero.
  3. Evita textiles tratados con repelentes si no son necesarios: ropa “water-repellent”, alfombras y muebles con tratamiento anti-manchas pueden contener PFAS. Busca certificaciones “PFAS-free” o tejidos sin tratamientos fluorados.
  4. Revisa cosméticos y productos personales: elige fórmulas sin ingredientes fluorados; algunos sellos ecológicos y de cosmética natural excluyen PFAS.
  5. Limita la exposición profesional y en ocio: si trabajas con AFFF, pinturas o procesos industriales, aplica medidas laborales de control, ventilación y equipo de protección.

Estate bien informado acerca de las alertas de agua potable, a menudo en las webs de las zonas locales se encuentra información acerca de los niveles de PFAS detectados o recomendaciones de consumo. También es interesante estar al día acerca de las retiradas de productos, ocasionalmente se publican retiradas de cosméticos o sprays por contaminación con benceno o PFAS.

Hay que tener en cuenta que estas medidas no eliminan completamente el riesgo (la contaminación ambiental general y las fuentes difusas siguen presentes), pero disminuyen la carga personal acumulada.

¿Cómo se detectan los PFAS en el organismo?

La prueba para detectar PFAS en el organismo se realiza principalmente mediante análisis de sangre. Este análisis mide las concentraciones de diversas sustancias PFAS presentes en la sangre en el momento del examen. El procedimiento se realiza así:

Se extrae una muestra de sangre, usualmente en una clínica o laboratorio mediante venopunción. También existen pruebas con gotas de sangre tomadas del dedo, aunque son menos sensibles.

La muestra se envía a laboratorios especializados que emplean técnicas avanzadas como cromatografía líquida-espectrometría de masas (LC-MS) para identificar y cuantificar los diferentes tipos de PFAS presentes, incluyendo PFOA y PFOS.

Los resultados indican la cantidad de estas sustancias acumuladas en el cuerpo, lo que permite comparar con niveles de referencia y evaluar si hubo una exposición elevada o prolongada. Esta prueba es especialmente útil en comunidades con posible contaminación ambiental o personas con alta exposición laboral.

Es importante que la toma de muestra y el análisis sean realizados por laboratorios acreditados para evitar contaminación y garantizar precisión. Algunos laboratorios ofrecen paneles que miden decenas de compuestos PFAS para un perfil más completo.

¿Se pueden eliminar las PFAS del agua y suelos?

Eliminar PFAS es técnicamente complejo. Las técnicas que actualmente se implementan en escala real tienden a separar o concentrar los PFAS del agua (no siempre a destruirlos):

La adsorción con carbón activado granular (GAC) y resinas de intercambio iónico (IX) son tecnologías probadas para remover PFAS de agua a gran escala.

A través de tratamientos destructivos (oxidación avanzada, destrucción térmica a alta temperatura, plasma, reacciones reductoras) se investigan y en algunos casos se usan para lodos o corrientes concentradas, pero son costosos y con limitaciones prácticas.

En resumen, la respuesta corta a esta pregunta es sí, se puede reducir la presencia de PFAS en agua potable mediante tecnologías de tratamiento, pero la eliminación total y la destrucción definitiva de grandes cantidades de PFAS sigue siendo un reto técnico y económico.

Regulación y respuestas públicas: ¿Qué están haciendo los gobiernos?

Unión Europea

La UE, a través de ECHA y autoridades nacionales, ha impulsado una iniciativa ambiciosa para restringir miles de PFAS bajo REACH y proponer prohibiciones amplias en productos de consumo, manteniendo exenciones para usos “esenciales”. Varios países europeos han liderado la propuesta y la Comisión Europea ha anunciado intención de prohibir usos no esenciales. Estas acciones buscan limitar usos industriales y productos de consumo que contienen PFAS.

Estados Unidos

La Agencia de Protección Ambiental (EPA) ha intensificado su respuesta: ha establecido límites (MCLs) para varios PFAS en agua potable y emitido guías y normas sobre tratamiento y remediación. En 2024 la EPA fijó niveles máximos de contaminantes y ha publicado guías técnicas sobre cómo tratar el agua para reducir PFAS (GAC, intercambio iónico, etc.). Además, la agencia reconoce el riesgo de mezclas de PFAS y trabaja en criterios de riesgo acumulado.

Organizaciones internacionales y salud pública

La OMS ha elaborado documentos de referencia sobre PFAS y su presencia en aguas potables, y organismos científicos publican revisiones que guían políticas. La acción regulatoria varía por país, pero hay un consenso creciente en restringir usos y mejorar la monitorización.

Conclusión

Las PFAS representan un desafío complejo, su uso generalizado y su resistencia ambiental las han convertido en contaminantes globales con implicaciones sanitarias serias. La evidencia científica vincula la exposición a ciertas PFAS con efectos en el sistema inmunitario, el metabolismo, el hígado, la reproducción y el riesgo de algunos cánceres. Las respuestas regulatorias (EPA, UE y otras) avanzan rápidamente, pero la eliminación total de las PFAS del ambiente es técnicamente exigente y costosa. A nivel individual, reducir el consumo de alimentos envasados, usar agua filtrada cuando haya riesgo, elegir textiles y cosméticos sin PFAS y evitar productos con tratamientos fluorados son medidas prácticas para disminuir la exposición.

 

Preguntas frecuentes sobre las PFAS

➕ ¿Los filtros de agua eliminan las PFAS?

No todos los filtros de agua eliminan los PFAS. Los sistemas convencionales de carbón simple no son suficientes, ya que estos compuestos son altamente solubles y resistentes. Sin embargo, tecnologías como la ósmosis inversa, la nanofiltración o el carbón activado granular de alta calidad sí han demostrado reducir significativamente la presencia de PFAS en el agua potable. La efectividad depende del tipo de filtro, su mantenimiento y la concentración inicial de contaminantes. Para hogares en zonas con alta exposición, se recomienda optar por filtros certificados específicamente para eliminar PFAS.

➕ ¿Cuánto tiempo permanecen las PFAS en el cuerpo humano?

Nuestro cuerpo tarda años en elminar los PFA, aunque su vida media varía según el tipo de compuesto: el PFOA, por ejemplo, puede permanecer entre 2 y 4 años en el organismo, mientras que el PFOS puede superar los 5 años, e incluso más en casos de exposición prolongada. Entonces, ¿por qué se les llama "químicos eternos"? Eso se debe a que su exposición es constante, y cada vez vamos acumulando más cantidad de perfluorados, y nuestro organismo no es capaz de eliminarlos a tiempo. Por eso, la prevención y la reducción del contacto diario con estos compuestos es clave para minimizar sus efectos en la salud a largo plazo.

➕ ¿Las PFAS afectan a las mascotas?

Sí, las mascotas también pueden sufrir los efectos de los PFAS, ya que se exponen a ellos de manera similar a los humanos a través del agua, los alimentos y el ambiente del hogar. Estudios han detectado PFAS en la sangre de perros y gatos, lo que indica bioacumulación. Estos químicos pueden afectar su sistema inmunológico, causar alteraciones hormonales y aumentar el riesgo de problemas hepáticos y reproductivos. Dado que los animales domésticos suelen tener una vida más corta, los efectos pueden aparecer más rápido. Limitar su exposición, especialmente al agua y a productos de limpieza contaminados, ayuda a proteger su salud.

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